La maternidad ya es, por sí sola, un acto de entrega.
Pero cuando se cruza con una enfermedad, se convierte en una batalla silenciosa.
Una que no siempre se ve.
Una que muchas veces se libra desde la cama, con el cuerpo agotado y la mente saturada.
Yo sé lo que es eso.
Sé lo que es despertarte con dolor y aun así tener que preparar desayunos.
Sé lo que es fingir energía cuando por dentro solo quieres llorar.
Sé lo que es sentir culpa por no poder estar al 100%, por no llegar, por no sostenerlo todo.
Durante mucho tiempo me exigí ser una madre perfecta.
Pero la enfermedad me obligó a parar.
A mirar mi cuerpo con compasión.
A pedir ayuda.
A soltar la culpa.
Y en ese proceso, descubrí algo que cambió mi forma de maternar:
No necesito ser una madre perfecta.
Necesito ser una madre presente.
Y para estar presente, primero tengo que cuidarme.
En una de las etapas más difíciles, una psicóloga me habló de los grupos de apoyo.
Al principio dudé. ¿Qué podía aportarme hablar con otras mujeres?
Pero fue ahí, en la escucha compartida, donde encontré alivio.
Donde entendí que no estaba sola.
Que otras también estaban criando con dolor, con fatiga, con diagnósticos que no siempre se comprenden.
Y así nació esta tribu.
Para que tú también tengas un espacio donde puedas decir:
“Hoy no puedo más.”
Y no te juzguen.
Donde puedas llorar sin pedir perdón.
Donde puedas hablar de tu enfermedad sin sentirte menos madre.
Porque la maternidad no siempre es dulce.
A veces es cruda, agotadora, injusta.
Y cuando se vive con una enfermedad, se vuelve aún más compleja.
Pero también puede ser un espacio de transformación.
De resiliencia.
De amor profundo y real.
Aquí, en La Tribu de las que Gritan, hablaremos de eso.
De cómo criar cuando el cuerpo duele.
De cómo sostener cuando tú también necesitas ser sostenida.
De cómo sanar, poco a poco, en comunidad.
Si tú también estás criando desde la fragilidad, este espacio es tuyo.
Aquí no tienes que fingir.
Aquí puedes gritar.
Y aquí, te sostenemos.